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Las raíces de un ser humano suelen vincularse a su lugar de nacimiento. Sus tradiciones y hábitos culturales, a los valores que se transmiten de generación en generación mediante el linaje familiar y de la comunidad donde se desarrolla. Pero, ¿qué le sucede a alguien que, en su infancia, vivió en tres países y en cuyos padres, además, se fusiona el legado de otras tantas naciones?

Anya Taylor-Joy eligió la actuación como una herramienta para contar historias a través de los personajes que interpreta. Sin embargo, su propia biografía incluye componentes de película. Hay miles de kilómetros recorridos, decisiones difíciles y conflictos que a la luz de los hechos, ha logrado superar para transformarse en una mujer plena y empoderada que sueña a lo grande sin dejar de disfrutar los pequeños placeres cotidianos.

 

En celeste y blanco

El escocés Dennis Alan Taylor, su padre, de antepasados argentinos, construyó una importante trayectoria en el sector de la banca. Sin embargo, encontró su pasión en la motonáutica, consagrándose campeón mundial como corredor. El destino quiso unirlo a Jennifer Marina Joy, su madre, una psicóloga y diseñadora de interiores nacida en Zambia. El padre, de nacionalidad inglesa, era diplomático y disfrutó la llegada de su heredera en el sur africano. El romance de Taylor y Joy prosperó y dio sus frutos: la pareja tuvo tres hijos, que se sumaron a otros tres descendientes de un matrimonio previo de Dennis. La menor nació el 16 de abril de 1996 en el marco de unas vacaciones en Miami y fue bautizada como Anya-Josephine Marie Taylor-Joy.

Anya pronto obtuvo la nacionalidad estadounidense aunque su vida, al menos en esa primera etapa, transcurrió lejos del territorio norteamericano. Cuando su progenitor recibió una oferta laboral para trasladarse a Argentina no dudó y el clan armó las valijas rumbo hacia una nueva aventura. La crianza de Anya transcurrió en San Isidro, pintoresca localidad de la zona norte del Gran Buenos Aires. Allí asistió al Northlands School, un tradicional colegio bilingüe fundado en 1920 que también tuvo entre sus alumnos a personalidades como Máxima Zorreguieta, Mónica Cahen D´Anvers, Horacio Rodríguez Larreta, María Belén Aramburu y Facundo Manes. En dicho establecimiento, donde sus compañeras la recuerdan como una niña bastante tímida, cursó la educación preescolar.

Esa niñez en suelo argentino determinó la forma de ver la vida de la actriz, según confesó ella misma en una entrevista. Anya, de hecho, cree que su calidez proviene de aquellos primeros vínculos sociales que forjó en nuestra tierra.

Anya nunca olvidó los sabores de la infancia, aquellos que nos transportan una y otra vez al paraíso perdido. En su caso, las empanadas y los churros con dulce de leche son los vehículos que le permiten rememorar las jornadas de risas y juegos en las calles bonaerenses. Por eso, siempre que tiene la posibilidad, vuelve a deleitarse con estos productos que hacen a nuestra identidad nacional. A los seis años de edad estaba feliz en la tierra que la estaba viendo crecer. Pero las habituales turbulencias económicas y políticas argentinas se acentuaron a fines de 2001 y los Taylor-Joy decidieron emigrar en busca de mayor tranquilidad y estabilidad.

El destino elegido fue Londres. En la capital de Inglaterra, la pequeña se vio obligada a empezar a escribir una nueva historia, dejando atrás a sus amigas y parte de su familia. Con el español adoptado como lengua materna, su primera reacción fue rehusarse a aprender inglés para evidenciar su rechazo al cambio y, desde la rebeldía, tratar de convencer a sus padres de retornar a Buenos Aires.

 

El arte como salvación

Afincada en la zona de Victoria, Anya Taylor-Joy se convirtió en alumna de la Hill House School y luego continuó sus estudios en la Queen's Gate School. No fue una etapa sencilla: Anya era demasiado argentina para ser inglesa pero «demasiado inglesa para ser argentina», según manifestó en una ocasión.

Le costaba integrarse a sus compañeros e incluso solía ser víctima de bullying por su acento y por sus ojos saltones. Frente a ese escenario, llorar en el baño de la escuela se tornó una triste rutina para la joven mujercita que extrañaba mucho su hogar en San Isidro.

Problemas de ansiedad y otros trastornos emocionales la afectaron, tenía en claro que «no nos va bien cuando no somos aceptados». Más allá de las dificultades, la resiliencia siempre fue una de las cualidades de Anya. Gracias a esa fortaleza innata, y con el arte como aliado, todo se fue acomodando en su recorrido vital.

Los libros de Harry Potter, por ejemplo, fueron claves para perfeccionar su inglés. Sus intervenciones en las clases de teatro y en las obras de su escuela, en tanto, le dieron visibilidad y el reconocimiento de sus pares. Su necesidad de expresarse y de canalizar sus emociones también la llevó a estudiar danza y a tocar la guitarra eléctrica y el ukelele. Se ha animado, asimismo, a componer sus propias canciones. No obstante, su pasión por la actuación fue ganando la mayor parte de sus días y se erigió como su medio de vida.

Hubo un paso previo antes de consolidarse como actriz. Un trampolín que encontró de manera casual y la ayudó a potenciar su imagen pública. Anya paseaba a su perro por Knightsbridge, un barrio londinense, cuando un automóvil comenzó a seguirla y luego la llamaron desde adentro. Imprudentemente, tal como reconocería años más tarde, se acercó. En el coche viajaba la fundadora de Storm Model Management: Sarah Doukas, la descubridora de Cara Delevingne y Kate Moss. Doukas la invitó a pasar por su agencia y de este modo Taylor-Joy inició su carrera como modelo.

En su tercera sesión fotográfica tuvo que posar junto al elenco de la serie «Dowtown Abbey» para Love Magazine. En medio de los flashes le comentó a Allen Leech que su sueño era ser actriz. Leech, quien interpretaba a Tom Branson en la exitosa propuesta televisiva, le pidió su número telefónico; al poco tiempo, Anya fue convocada a participar de un casting para la película «The Witch». Para entonces ya había tenido participaciones menores en producciones como «Endeavour» y «Atlantis». Su audición resultó un éxito y Taylor-Joy logró el papel principal en el filme que se estrenó en el Festival de Sundance de 2015, donde cosechó críticas sumamente elogiosas. Antes de cumplir 19 años, la muchacha de rasgos exóticos empezó a hacer realidad su anhelo más profundo.

 

Camino ascendente

Premios como el Gotham y el Empire reconocieron a Anya Taylor-Joy como Actriz Revelación por su labor en «The Witch», estrenada en español como «La bruja». En los años siguientes consolidó su posicionamiento como una figura del género del terror y el suspenso, brillando en dos películas del reconocido cineasta M. Night Shyamalan: «Split» y «Glass». No obstante, aunque mostró una gran capacidad para transmitir miedo y angustia a través de sus gestos y exclamaciones, eligió no encasillarse y fue interpretando personajes de lo más diversos.

Anya aportó su voz en las cintas animadas «Playmobil: la película» y «Super Mario Bros: la película», incursionó en la acción y la aventura con «Furiosa: de la saga Mad Max», se lució en la épica «El hombre del norte» y protagonizó «Emma», basada en la famosa novela homónima de Jane Austen. Su labor en «El menú», en tanto, le valió una nominación al Globo de Oro, mientras que con su participación en «El misterio de Soho» cosechó múltiples elogios.

Con más de una veintena de filmes en su currículum, Taylor-Joy ya se codea con las estrellas de Hollywood. Ha compartido cartel con Samuel L. Jackson, Bruce Willis, Nicole Kidman, Ralph Fiennes, Chris Hemsworth, Mike Myers, Sigourney Weaver y Christian Bale, entre otros. Su presencia es cada vez más habitual en la pantalla grande aunque esta actriz de actualidad vibrante y enorme futuro, también encontró en la televisión y el streaming otras herramientas para desplegar su cautivante talento.

 

Dos íconos que la llevaron bien alto

De hecho, es imposible disociar su crecimiento profesional de su trabajo en dos series de inmensa relevancia: «Peaky Blinders» y «Gambito de dama». Millones de espectadores descubrieron a Anya como Gina Gray en la primera de las propuestas, mientras que otros tantos se maravillaron con su interpretación de la ajedrecista Beth Harmon en la segunda producción.

Creada por la BBC, «Peaky Blinders» ya es un clásico moderno. Sus seis temporadas siguiendo las andanzas de una banda de mafiosos de Birmingham encabezada por Thomas Shelby, el personaje que catapultó a la fama a Cillian Murphy, fueron multipremiadas. Taylor-Joy apareció en los dos últimos años, dando vida a la intrigante esposa de Michael Gray. En 2018, cuando se anunció su incorporación al reparto, Anya no dudó en expresar su emoción por sumarse a un grupo tan talentoso.

Con «The Queen's Gambit», la miniserie traducida como «Gambito de dama», la estadounidense-argentina-británica se volvió casi un emblema de Netflix. Apenas siete episodios fueron suficientes para trepar a la cima de los rankings de la popular plataforma. La historia gira en torno a Beth, una joven criada en un orfanato que empieza a sobresalir en el competitivo ámbito del ajedrez. Sin embargo, a medida que conquista torneos y gana reconocimiento, crecen sus dificultades emocionales y sus problemas con las adicciones.

Taylor-Joy, quien aprendió a jugar al ajedrez para la ocasión, afirmó que tiene mucho en común con Beth Harmon, la protagonista en la ficción. La actriz se vio reflejada en la búsqueda de identidad que lleva adelante su personaje y consideró que ambas se sienten un poco fuera de lugar en el mundo.

Dos Globo de Oro, otro par de premios Emmy y galardones de la Crítica Televisiva y el Sindicato de Actores, dan cuenta de la trascendencia de «Gambito de dama» y de la aplaudida actuación de Anya.

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