¿Un sueño que le gustaría ver concretado a modo de tributo? Que su historia se narre en profundidad a través de una serie en homenaje a sus padres. Por el momento, hasta que ese plan se concrete y llegue a las plataformas de streaming, aquel que quiera saber quién y cómo es la mayor de las Pastorutti, conocida popularmente como “La Sole” solo tiene que pulsar play al alegre hit “La Gringa”, cuya letra describe vivencias, sensaciones y sentimientos de esta joven artista dedicada a la música que pese a las ventajas que su oficio le brinda, también anhela seguir siendo una habitante de Arequito, que encuentra su máxima fortuna en su esencia pueblerina, en el bienestar y el amor de sus seres queridos.
Buenos vientos han soplado para la extraordinaria artista argentina que siendo muy joven irrumpió en la escena musical animándose a revolear un poncho mientras le daba aire fresco y esencia femenina al ámbito folclórico. Hoy en día, el orgullo cultural de Arequito es una figura consolidada dentro y fuera de su patria, que mientras alimenta su trayectoria como cantante sin descuidar a su familia, se anima a asumir distintos desafíos laborales y a incursionar en diversas actividades.
En la zona sur de la provincia de Santa Fe vimos nacer, crecer, triunfar y realizarse, tanto personal como profesionalmente a la primogénita de la pareja compuesta por Griselda Zacchino y Omar Pastorutti. Se llama Soledad, una estrella conocida popularmente como “La Sole”. Nació en Arequito el 12 de octubre de 1980 donde aún sigue escribiendo pasajes de su intensa y bella historia. En su memoria y en su corazón, todavía resuenan temas de José Larralde que amenizaban los trayectos en el auto familiar cuando iban a visitar a una de sus abuelas y los éxitos de María Elena Walsh, que le enseñó cariñosamente una maestra de música del pueblo. Tampoco olvida que en compañía de su hermana Natalia, tomó clases de guitarra con el profesor casildense Juan Carlos Carreras, lecciones que fueron decisivas al momento de instruirse artísticamente para complementar sus dones naturales para el canto.
Muy lejos quedaron los tiempos de anonimato en los cuales demostraba sus aptitudes vocales en celebraciones escolares, festivales y peñas, pero esta artista multifacética que ahora goza del respeto y el cariño del público y accede a los mimos provenientes de la fama, sigue siendo una chica de pueblo que hace un culto de la unión familiar, la humildad y el sacrificio como fórmula para cumplir sueños sintiéndose en plenitud. Soledad, la misma que de niña repartió periódicos y daba charla a cambio de galletitas y mates, es fiel a sí misma y muy auténtica por su esencia y sigue vinculada constantemente a sus afectos. Junto a su incondicional compañero Jeremías Audoglio, con quien contrajo matrimonio en 2007 tras un extenso noviazgo, cría a sus hijas, Antonia y Regina. Las jovencitas asisten a la escuela pública que tuvo como alumnas a las afamadas hermanas Pastorutti y viven muy cerca de sus abuelos y primos, teniendo una infancia lo más libre y afectuosa posible. Cocinar y cantar, según se advierte al apreciar los contenidos que suele compartir por redes sociales, son algunas de las actividades que “La Sole” comparte y disfruta con sus preciosas herederas.
Las madres de sus progenitores y el significado que tienen sus ancestros, especialmente las integrantes femeninas de su árbol genealógico, la llevan a conmoverse profundamente al cantar y oír una emocionante composición de Teresa Parodi titulada “A la abuela Emilia” que la hacía llorar en cada ensayo, hasta el punto de no animarse a cantarla en vivo, según confesó y también replicó en el programa televisivo “La Voz Argentina” donde fue jurado durante mucho tiempo.
A su abuela Valeria, cuya vivienda está a la vera de la ruta en un pueblo cercano al suyo y eso le permite avisarle “con un bocinazo” que ha regresado bien de algún viaje, le dedicó una pegadiza composición titulada “La Valeria”, que narra su historia de amor con Pascual, su abuelo. Esa simpática señora físicamente parecida a “La Sole” que adora pintarse los labios y vestirse de rojo, guiada por secretos gastronómicos de su madre procedente de Italia, es la encargada de deleitar el paladar de sus nietas y bisnietos con tallarines caseros que acompaña con una exquisita salsa de tomate.
Una charla intimista con “La Sole” fue dando paso a la emoción y la actualización de los recuerdos de su rica vida y el disfrute de sus logros más recientes que fueron dando marco a sus valiosas historias…
Soledad, muchas veces hiciste alusión a la hermosa infancia que disfrutaste en tu amado Arequito, ¿cuáles son los recuerdos y esos aromas más atesorados?
- Los perfumes de la infancia… en verdad son muchos… el de la ropa recién tendida, la colonia de mi mamá, sus jazmines en el baño, la salsa de mi abuela Valeria, el de los útiles escolares en el primer día de clases, el incienso en Pascuas, la cáscara de naranja quemándose en la estufa a leña, la mandarina en invierno, la tierra mojada, el pan casero de mi abuelo, las sábanas recién puestas, el de un muñeco nuevo en la infancia…
¿Qué papel han jugado en tu vida estos seres tan angelados como tus abuelos?
- Conocí a tres abuelos, el papá de mi papá murió cuando tenía 18 años. La nona Valeria era la más joven de los tres, fue con la que más viví y empaticé, mi abuelo Pascual que era un capo, un hombre muy piola, todo lo que se rompía lo arreglaba, muy inteligente; mi abuela Elvira con la que prácticamente viví mi niñez y mi adolescencia, era una señora más cerrada, pero me enseñó, muchas cosas con su forma de ser. Con mi abuela Valeria aprendí a manejar, fue la única que se animó a subirse al auto cuando quería aprender. Con mi abuela Elvira era la convivencia de todos los días, con el tiempo pude entender lo que ella vivió y también me enseñó mucho. Otro tipo de vida, una mujer con muchos hermanos, sin la posibilidad de haber tenido toda la libertad que yo tuve, para ella era muy raro que yo sea artista, tenía mucha curiosidad por mis viajes. Los tres abuelos que conocí fueron muy importantes, me hubiese encantado conocer a mi abuelo Guerino porque mucha gente dice que me parezco a él.
¿Y tus padres? También te han marcado a fuego…
- Creo que mis papás me han marcado mucho, sí. Hemos aprendido con ellos un montón de cosas, de hecho, cosas que quizá uno no quisiera repetir o quisiera mejorar. Los papás en general logran una marca en sus hijos. Mis viejos han sido gente de trabajo, de buenos valores, amistad, amor y respeto, justicia… Siento que han hecho un trabajo increíble con Natalia y conmigo. Heredamos de ellos sin dudas, el amor por el arte en general, mi mamá es profesora de danzas clásicas y folclóricas, y cuando en algún momento se necesitó más apoyo económico en el hogar, hizo de todo, desde cuidar a otros chicos como niñera hasta dar clases de streching en el garaje de casa. Ella escuchaba mucha música en inglés de los años 70, 80 y 90 y siempre nos despertaba con alguna melodía, el café con leche bien dulce, y todo con un cariño enorme. Fue una mamá muy presente. Creo que de ella heredamos además del cariño por el arte y por la música, el amor en general, siempre fue muy amorosa. Mi papá era también muy cariñoso, pero en otro sentido, más distante, hijo único, desde muy chico trabajó en un taller mecánico, fue creciendo y mejorando su posición allí hasta quedar a cargo, pero en el mientras tanto fue un tipo inquieto, probando otros negocios para poder mejorar su situación económica.
A su vez me comentaste que tu padre amaba el deporte y el arte en todas sus manifestaciones…
- Sí, fue quien nos alentó a nosotras a hacer un deporte y algo relacionado con el arte en los tiempos libres, íbamos a guitarra con mi hermana. Yo estudié un año de teclado, ya que no había maestras de piano en el pueblo, pero sí nos enseñaban notas musicales; también hicimos cerámica, participamos de un Eco Club del pueblo y en cuanta manifestación artística había siempre estábamos presentes. En eso tuvo mucho que ver mi papá. Es un hombre muy dinámico; trajo a Arequito a Atahualpa Yupanqui, trabajó muchísimo en la Fiesta Nacional de la soja. Además de ser delegado, recuerdo que con su auto llevaba a la reina a otras fiestas nacionales y provinciales, era quien armaba la grilla artística.
¿Cuál fue tu primera manifestación artística?
- Yo canté con doce años en un escenario donde habían actuado Paz Martínez, Los Nocheros, Los Midachi, Sandro, Estela Rabal… mi padre amaba el folclore, era lo único que escuchaba, lo recuerdo junto con mi hermana cantando conmigo, era su excusa perfecta para acompañarnos a festivales y peñas. Fue quien más puertas golpeó por nosotras, en todos los medios dejaba un casette. Ha tenido una visión bien amplia del mundo artístico, a pesar de haberse criado en un pueblo y haber perdido a su papá a los 18 años y haber tenido una mamá que era muy miedosa, que no estaba de acuerdo con que viajemos, yo lo admiro mucho, su personalidad siempre fue positiva y de tirar para adelante.
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