Abundan los relatos maravillosos con universos soñados y seres mitológicos impactantes, pero la historia más perfecta, encantadora y extraordinaria, no es fruto de la imaginación de un mortal sino de una conmovedora y poderosa energía divina. La naturaleza es asombrosamente fantástica y se presenta con ímpetu salvaje, fuerza arrolladora y belleza insuperable, aunque también es vulnerable y frágil: preservarla y respetar a cada forma de vida es una misión que todo ser humano debiera asumir.
Energía, vitalidad, sabiduría y perfección se conjugan en cada hábitat, constituyéndose
así un extraordinario y diverso escenario poblado de seres y elementos que inspiran,
enseñan y dan cuenta del incalculable valor que posee el medioambiente.
La Tierra podría ser un auténtico paraíso si el ser humano lograse convivir en armonía
con el entorno natural y respetase a todas las formas de vida sin atentar contra el
equilibrio natural. Claro que así como lamentablemente hay personas que destruyen el
planeta poniendo en jaque a la flora y a la fauna, existen millones de individuos que,
con voluntad, capacidad y sacrificio, se esfuerzan diariamente para equilibrar la
balanza mediante obras de bien. Los animales y la vegetación, aunque en ocasiones se
pierda de vista, resultan claves para el bienestar de nuestra especie. En múltiples
circunstancias son recursos al servicio de la salud, la nutrición, la economía y la
recreación del hombre, pero cuando la soberbia enceguece y la codicia es insaciable, la
humanidad termina convirtiéndose en su propio enemigo atentando contra la
biodiversidad y arruinando la naturaleza, por ello el pronóstico a mediano plazo no se
vislumbra alentador. Igualmente todavía queda mucho por hacer y lograr en materia
de conservación y concientización; vale la pena que se haya declarado el Día Mundial
de la Vida Silvestre. Gracias a ello, cada 3 de marzo se renueva la chance de exaltar las
bondades naturales que nos rodean y de ser la voz de todos los animales salvajes,
criaturas merecedoras de libertad, alimentos a su alcance y territorios aptos para su
supervivencia.
Culto a la fauna
Desde tiempos remotos existen grupos humanos que le rinden culto a diferentes
especies de animales y los veneran por considerar que están en estrecha conexión con
los Dioses.
En el Antiguo Egipto, por ejemplo, se momificaron peces, aves y gatos para brindarlos
como ofrenda a una deidad o despedirlos con honores, así como en la mitología griega
se le supo dar relevancia a los búhos por ser el ave vinculado a la representación de la
diosa Atenea y atribuirles el don de la sabiduría. El cóndor, el puma y la serpiente, por
su parte, han sido especialmente adorados dentro de la cultura inca, aunque toda la
naturaleza en su conjunto era respetada y cuidada por la armonía que se buscaba
conservar y generar entre el ser humano, la Madre Tierra y el medioambiente.
En India, en tanto, las vacas, los elefantes y los monos, son parte de los animales que
hoy en día, se señalan como sagrados. Tampoco hay que pasar por alto que desde la
milenaria filosofía china conocida como Feng Shui, la tortuga negra es una de las figuras apuntadas como protectoras, símbolo de longevidad y amuleto para la buena
suerte.
Es curioso saber, y tener en cuenta pero sin llegar a una obsesión por los poderes o
cualidades que se les atribuye a los miembros de la fauna, que los conejos suelen
venerarse como íconos de la fertilidad. Las mariposas, por su parte, están asociadas a
la libertad y al amor.
Inspiración salvaje y protección de planeta
El reino animal tiene y genera una poderosa energía que motiva, enseña e inspira. A
los más creativos los impulsa a elaborar esculturas, pinturas o contenidos literarios; a
aquellos de espíritu intrépido que no dudan en vivir apasionantes aventuras en
contacto con la naturaleza los anima a realizar safaris o sumergirse en las
profundidades para nadar con tiburones y hasta ejerce influencia en materia de
creencias, ritos, cábalas y supersticiones: pruebas de ello son la docena de especies
nucleadas en el horóscopo chino y la popularidad mundial del llamado Gato de la
Fortuna, por ejemplo.
Y todos, en algún momento, hemos aprendido valores, conocido en detalle alguna
especie o tenido espacios de reflexión gracias a leyendas y fábulas; materiales
audiovisuales de carácter documental como “Tierra, la película de nuestro planeta” y
“La marcha de los pingüinos”; a libros clásicos como “Platero y yo”, “Moby Dick” y
“Tiburón” o a filmes de gran éxito como “El rey león”, “Liberen a Willy”, “Bambi” y “El
libro de la selva”.
La fauna también incentiva a multitudes a modificar sus estilos de vida buscando un
equilibrio saludable que resulte responsable, positivo y respetuoso para uno mismo y
el resto de los seres vivos. De ahí que esté en constante expansión la filosofía del
veganismo y que cada vez haya más personas comprometidas con la protección del
medioambiente y la preservación de especies. Ya millones de animales han muerto y
cientos de ecosistemas se han desestabilizado por la inacción humana o, peor todavía,
por acciones violentas, peligrosas, destructivas y perversas de mucha gente.
Las leyes de la naturaleza
Ardillas, cebras, koalas, víboras, suricatas, ballenas, leones, ciervos, elefantes, tigres y
monos, así como vacas, camellos, jirafas, pingüinos, delfines y tiburones, entre muchas
otras especies no domesticadas, merecen pasar sus días expuestos a las propias reglas
y leyes de la naturaleza, pero de ninguna manera tienen que seguir siendo víctimas de
persecuciones, tráfico ilegal, caza, maltrato, cautiverio, explotación ni de ninguna otra
cuestión intencional que vulnere sus derechos o los conduzca a la muerte.
Bienvenidas sean todas las iniciativas que eviten la extinción y enarbolen la bandera
del amor por la vida. Detrás de santuarios de animales, organizaciones sin fines de
lucro y grupos animalistas hay incontables héroes anónimos que no dudan en poner
manos a la obra para denunciar, visibilizar, combatir prácticas nocivas e intentar
revertir, con cuidados y cariño, las consecuencias de daños sufridos por ejemplares
destinados a corridas de toros, presentaciones circenses que pretenden brindar
entretenimiento utilizando animales y habitantes de parques o zoológicos en los cuales
no se garantizan las condiciones básicas para una vida animal digna, libre y respetada.
La naturaleza es sabia y maravillosa: cuidarla, venerarla y enriquecerla tendría que ser
la reacción innata, esperable y lógica ante tan variada y poderosa creación divina.